lunes, 19 de enero de 2015
Basta
Estaba sentado a orillas del río Sena saludando a la gente de las barcazas que pasaban bajo el Pont Neuf. Les despedía con la mano y contaba después cuantos saludos de regreso podía obtener. No siempre eran muchos: aveces tres, otras todos y en algunas ninguno, pero aquellos que lo hacían se contagiaban de la alegría y calidez que un simple gesto de amistad desinteresado puede generar. No me olvidaré de aquellos rostros llenos de sorpresa y felicidad. Estoy seguro que ellos también recordarán el día que un chico les saludó desde la orilla y creerán que aún existen buenas personas en el mundo. Eso ya basta para una vida.
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