sábado, 12 de diciembre de 2015
Sales de un café y caminas por la calle. Andas. Te pierdes en los trazos que forman el suelo y el vaho que exhalas. Hace frío. Te detienes en la esquina, mirando las luces nítidas del cruce. Metes las manos en los bolsillos tratando de encontrar un poco de calor. No lo encuentras. Miras a la gente caminando por la calle, toda igual, toda con cara de prisa. Hace frío. En la próxima cuadra doblas la calle. Con suerte y te cabe en la cartera. Te acercas a la esquina pero te detienes a 23.7 pasos de distancia. 45% de la gente que conoces cree que calculas demasiado. Hay 67% de probabilidad de que sea cierto. No te importa. Miras tu zapato, ese que se niega a quedarse de brazos cruzados. Lo atas. Te levantas, viras hacia atrás, te cambias de mano el maletín y te ajustas la chaqueta. Sigues caminando. Giras a la derecha y miras el reloj. Sonríes. Te das cuenta que ya creciste.
sábado, 16 de mayo de 2015
Me miro las manos.
Hay
días en los que me miro las manos, pensativo, imaginando lo que será de ellas
en unos años, en todo lo que habrán tocado, las caricias que habrán dado, los
aplausos merecidos a talentosos con manos artísticas contorsionándose en símbolos
de exaltación, esas manos que construyen todo lo que alguna vez imagine cierto.
Me toco la cara, los ojos, la punta de las ideas y todo lo otro que desaparece
apenas escapa mi alcance. Me miro las manos y pienso que 25 años es poco, que
no he tocado lo suficiente, que el tiempo pasa como arena entre mis dedos y que
la historia más grandiosa está escrita en sus pliegues expresivos como el
rastro de una sonrisa serena. Quien las hubiera imaginado así, asidas tan fervientemente
a lo que creen perecedero, intentando retener la corriente de recuerdos que
desaparecen tan pronto como llegan. Y una necesidad de tocarlo todo, de reconocerlo
primero con los ojos de las manos y luego verlas tan quieta a veces, tan no
tuyas, haciendo por azar lo mismo que pensabas hacer. Me miro las manos y
pienso que 25 vueltas al sol no son nada, que he dado más vueltas con los
brazos extendidos, cerrando los ojos y sintiendo como el piso se eleva rápidamente
hacia tu cuerpo y las manos siempre ahí, deteniéndolo. Unas manos hechas para
sostener otras, para alcanzar eso que olvidamos en el estante más alto de la
vida, para hacer un barquito de papel y dejar que se vaya con la corriente de
la primera lluvia de la infancia. Me miro las manos y pienso que un cuarto de
siglo no es nada y las entrelazo en mi regazo, pensando que un día podrán recorrer
satisfechas el trabajo de toda una vida
jueves, 2 de abril de 2015
Lo que no se puede decir
Tantas cosas que decir, tantas posibilidades,
pero no, mejor callar y disimular las ganas de tocar al otro con una pregunta inútil,
último recurso en la batalla perdida, en la guerra que se esta perdiendo. Podría
todo ser distinto, un acercamiento a lo otro, a lo inesperado, donde la
espontaneidad son guiños de libertad, de complicidad detrás de algún monitor.
Pero nada cambia, marcamos la misma ruta de siempre, resignados, exhaustos y
siempre igual, un detenerse a mitad de la escalera, un tararear algo para
llenar el silencio y todo eso que no podemos decir.
sábado, 28 de marzo de 2015
Chan Chan
Y a veces me llegan recuerdos de otros lugares y tiempos y hay que escribirlos, no por gusto: por necesidad. Y aunque podría simplemente no publicarlos, sería no respetar la memoria de las personas que los inspiraron:
Fue uno de eso días en que estamos tan perdidos en nosotros mismos que cualquier cosa nos encuentra (en una esquina, en el autobús, en el subway) y nos pega, de frente y contundentemente que nos deja por unos instantes fuera de todo, nos arrastra y ahoga para revivir después en el mundo arte, deformando la realidad, colándola a través de unas líneas amarillas en el piso. Me lo encontré al salir del trabajo, cuando el invierno ya se asomaba y te acariciaba las mejillas, la nariz, las orejas con manos heladas que te desnudaban sin más. Todos hechos gabardinas y guantes de cuero. Había sido un mal día, o al menos eso creía: la gente absorbe el ánimo del clima, pero los latinos son pequeños soles que autogeneran su energía en donde estén: sus países son tan calientes que les sobra el calor y les falta el dinero para el resto de sus vidas. O al menos lo creen.
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En las ciudades grandes los únicos que dan al cielo son los rascacielos, todo lo demás mira al piso, viéndose los zapatos y la vida, esa que tuvieron y la que persiguen tomando café que viene de sus tierras y se los escupen en la cara que después se limpian con dólares: es la única manera de quitarse la vergüenza. Y entonces ocurre, sin esperártelo: dos soles se encuentran sin buscarse y por gravedad, sin más, se atraen mutuamente e inútil resistirse, que ya uno girará en torno del otro en una danza latina, como bailando salsa, que no se puede detener.
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Él me abofeteó con varios acordes y yo con un reflejo de su vida, esa que tantos años atrás había cambiado por mujeres que lo amamantaban con dólares y modernidad; lo que no supo es que la cuenta, como el pito, le iba creciendo. Con el frío todo te cuesta más caro, hasta los amigos. El colapso entonces era inevitable: yo un paso, él un mi, yo una sonrisa con un do en el medio, un mover la cabeza con el fa, un sacar la moneda del bolsillo con el si y un reconocimiento al fin con el sol: yo también Español. Y yo ya no era: mis dedos transformados en mazorcas, mis palabras derramaban frutas tropicales y lugares cálidos, un encuentro de manos, de tierra y trabajo, de sueños y esperanzas: las estrellas se habían encontrado. Ahora es diferente, el nuevo espacio formado nos envuelve y el tiempo pasa distinto, sin prisa, quedándose a escuchar un rato. Es el lugar perfecto para ver la vida correr, arremolinarse, con su cara de preocupación, su muñeca de tiempo y su cuerpo de metal, vómito de infelicidad que fluye, que camina hacia el fondo con la tierra acumulándoseles sobre los hombros y pobres, ni si quiera se dan cuenta del brillo que tienen en frente, proveniente del cataclismo. Y muriéndose de obscuridad.
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¿Un trabajo?, si, ¿una historia?, también, ¿un mismo lugar?, aun mejor: su guitarra se vuelve maíz y su boca aguacate, chiles y cebolla. Un grito atraviesa el subterráneo y solo nosotros lo entendemos, reímos, seguimos hablando y, sobre todo, cantamos. El nuevo universo sigue expandiéndose pero ya no somos nosotros ni estamos ahí: nos convertimos en el cielo y seguimos cantando, cantándole al río, al vómito de metal y vivimos. Supimos que aquello si era vivir.
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En las ciudades grandes los únicos que dan al cielo son los rascacielos, todo lo demás mira al piso, viéndose los zapatos y la vida, esa que tuvieron y la que persiguen tomando café que viene de sus tierras y se los escupen en la cara que después se limpian con dólares: es la única manera de quitarse la vergüenza. Y entonces ocurre, sin esperártelo: dos soles se encuentran sin buscarse y por gravedad, sin más, se atraen mutuamente e inútil resistirse, que ya uno girará en torno del otro en una danza latina, como bailando salsa, que no se puede detener.
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Él me abofeteó con varios acordes y yo con un reflejo de su vida, esa que tantos años atrás había cambiado por mujeres que lo amamantaban con dólares y modernidad; lo que no supo es que la cuenta, como el pito, le iba creciendo. Con el frío todo te cuesta más caro, hasta los amigos. El colapso entonces era inevitable: yo un paso, él un mi, yo una sonrisa con un do en el medio, un mover la cabeza con el fa, un sacar la moneda del bolsillo con el si y un reconocimiento al fin con el sol: yo también Español. Y yo ya no era: mis dedos transformados en mazorcas, mis palabras derramaban frutas tropicales y lugares cálidos, un encuentro de manos, de tierra y trabajo, de sueños y esperanzas: las estrellas se habían encontrado. Ahora es diferente, el nuevo espacio formado nos envuelve y el tiempo pasa distinto, sin prisa, quedándose a escuchar un rato. Es el lugar perfecto para ver la vida correr, arremolinarse, con su cara de preocupación, su muñeca de tiempo y su cuerpo de metal, vómito de infelicidad que fluye, que camina hacia el fondo con la tierra acumulándoseles sobre los hombros y pobres, ni si quiera se dan cuenta del brillo que tienen en frente, proveniente del cataclismo. Y muriéndose de obscuridad.
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¿Un trabajo?, si, ¿una historia?, también, ¿un mismo lugar?, aun mejor: su guitarra se vuelve maíz y su boca aguacate, chiles y cebolla. Un grito atraviesa el subterráneo y solo nosotros lo entendemos, reímos, seguimos hablando y, sobre todo, cantamos. El nuevo universo sigue expandiéndose pero ya no somos nosotros ni estamos ahí: nos convertimos en el cielo y seguimos cantando, cantándole al río, al vómito de metal y vivimos. Supimos que aquello si era vivir.
lunes, 19 de enero de 2015
Lo Publico?
Facebook otra vez. Cada vez hay mas videos en la red, bien lo decía mi hermana. Ni que hacer. ¿Por qué sigo teniendo facebook?, ah si, mis amigos en el extranjero. Ni que hacer. ¿Debería publicar algo?... quizá, pero ¿qué? Encuentro que la mayoría de las personas publican para sí mismas: inventarse una vida, una personalidad. Aparentar más bien. ¿Pero al final para qué?, además tu también has publicado muchas cosas, ¿también publicas para ti?, ¿qué vida te quieres inventar?, en eso tienes razón, tal vez por eso últimamente ya no publico nada. La necesidad de aceptación y socializar es imperiosa, eso sí. ¿Y la de evadir la realidad?, si, esa también. Entonces quien está peor, ¿Quién publica por ego y lo disfruta, o quien no publica nada y además no lo disfruta?, quizá ninguno. Pero ¿y quién eres tú para andar juzgando a la sociedad?; En eso también tienes razón, además uno ya está inscrito, desde que nace. Ni que hacer. Pero más bien aparentar coherencia, uniformidad, eso reconforta y hace más fácil el moverse por aquí y allá. Quizá resulte que ahora todos tenemos algo que decir y ¿cómo juzgar lo que es importante o no?, uno bien podría hablar en privado con todos, pero el socializar… entonces ¿publico algo?, no… mejor no, ya para qué.
Basta
Estaba sentado a orillas del río Sena saludando a la gente de las barcazas que pasaban bajo el Pont Neuf. Les despedía con la mano y contaba después cuantos saludos de regreso podía obtener. No siempre eran muchos: aveces tres, otras todos y en algunas ninguno, pero aquellos que lo hacían se contagiaban de la alegría y calidez que un simple gesto de amistad desinteresado puede generar. No me olvidaré de aquellos rostros llenos de sorpresa y felicidad. Estoy seguro que ellos también recordarán el día que un chico les saludó desde la orilla y creerán que aún existen buenas personas en el mundo. Eso ya basta para una vida.
Que como viajo tanto?
¿Qué cómo le hago para viajar tanto?, bueno, no es tan complicado realmente, aunque no es algo que suceda de la noche a la mañana. En el 2012 ya tenía en mente viajar a Europa. Así de temprano ya sabía que estaría acá, pero más que el tiempo es la convicción de hacer algo que te brindará felicidad y mejorará, por lo tanto, muchos otros aspectos en tu vida. Tómate un día, una tarde, mientras viajas, en tu habitación, sentado en algún parque o cualquier momento de solitud para preguntarte: ¿Qué es lo que quiero hacer en la vida?, ¿qué me hace feliz? Y anota todo lo que se te venga a la cabeza. Después de esto tendrás siempre presente lo que quieres lograr en la vida. Sé que suena repetitivo, trillado, un poco cursi o de jóvenes de preparatoria antes de entrar a la Universidad: pero funciona. A partir de ese momento estarás abierto a toda posibilidad que te lleve a lograr algunas de las cosas que escribiste en ese entonces y parecerá que el “universo” puso todo a tu favor. Lo único que pasa es que tomas cualquier oportunidad que se te presente (por pequeña que sea) para estar un poco más cerca de tus metas y todas tus acciones, a veces sin pensarlo, se dirigen a lo que quieres lograr.
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¿Gastar mucho dinero en una fiesta con amigos? no, pues necesito el dinero para mis viajes. En lugar de eso nos tomamos un café o nos encontramos en alguna casa. ¿Tengo mucho tiempo libre? No, mejor lo invierto en estudiar otro idioma que me ayude al viajar. ¿Comprarme un carro? Podría, pero me impediría viajar en el futuro cercano: yo quería viajar siendo joven. ¿Quedarme en un trabajo bien pagado (que realmente no te gusta) para tener “seguridad” económica? Tampoco, que al final es solo miedo de hacer lo que uno quiere. Tener amigos/familia que te apoya obviamente hace las cosas un poco más fáciles, algo con lo que tuve suerte.
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Creo que ahora es un poco más claro y evidente hacia donde quiero llegar: es necesario renunciar a otras cosas y trabajar día a día para obtener eso que se anhela. En lo personal tuve que renunciar a comodidad, moda, seguridad, miedos y a veces personas que de cierto modo te detienen de seguir adelante: y todo al final vale la pena. Un viaje para mi vale más que 100 “noches de fiesta”, que 200 prendas “a la moda” o que un celular nuevo cada año. Considero que los viajes es una de las pocas cosas que después comprarlos y realizarlos te hacen más rico. Eso no significa que todos tengan que viajar. Cada quien escoge por lo qué luchar. Pero hay que tener en mente, eso sí, que al final uno se queda con lo vivido, con las personas que ha conocido y todos los buenos recuerdos de una vida. Todos venimos de este mundo sin nada y regresamos a él de la misma manera, más un viaje por la vida.
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¿Gastar mucho dinero en una fiesta con amigos? no, pues necesito el dinero para mis viajes. En lugar de eso nos tomamos un café o nos encontramos en alguna casa. ¿Tengo mucho tiempo libre? No, mejor lo invierto en estudiar otro idioma que me ayude al viajar. ¿Comprarme un carro? Podría, pero me impediría viajar en el futuro cercano: yo quería viajar siendo joven. ¿Quedarme en un trabajo bien pagado (que realmente no te gusta) para tener “seguridad” económica? Tampoco, que al final es solo miedo de hacer lo que uno quiere. Tener amigos/familia que te apoya obviamente hace las cosas un poco más fáciles, algo con lo que tuve suerte.
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Creo que ahora es un poco más claro y evidente hacia donde quiero llegar: es necesario renunciar a otras cosas y trabajar día a día para obtener eso que se anhela. En lo personal tuve que renunciar a comodidad, moda, seguridad, miedos y a veces personas que de cierto modo te detienen de seguir adelante: y todo al final vale la pena. Un viaje para mi vale más que 100 “noches de fiesta”, que 200 prendas “a la moda” o que un celular nuevo cada año. Considero que los viajes es una de las pocas cosas que después comprarlos y realizarlos te hacen más rico. Eso no significa que todos tengan que viajar. Cada quien escoge por lo qué luchar. Pero hay que tener en mente, eso sí, que al final uno se queda con lo vivido, con las personas que ha conocido y todos los buenos recuerdos de una vida. Todos venimos de este mundo sin nada y regresamos a él de la misma manera, más un viaje por la vida.
Mexico esta de Luto
Es increíble pensar que el México que deje ya no existe: regresare a uno distinto. México sangra, pero el rojo le da coraje. México llora, pero el blanco le da esperanza. México esta sembrado con sus muertos sin nombre, pero el verde les recuerda que el futuro crece y se alimenta de aquellos que luchan por el.
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Mexicanos al grito de guerra, defendiendo su patria y sus vidas. Gobierno extraño, gobierno enemigo, mas si osare profanar con sus plantas nuestro suelo, piensa patria querida que el cielo un soldado en cada hijo te dio. Mexicanos al grito de guerra, no decaigan en su andar. No están solos en su lucha, tampoco en su dolor. Y que retiemble en sus centros la tierra al sonoro rugir de las voces pidiendo justicia.
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Mexicanos al grito de guerra, defendiendo su patria y sus vidas. Gobierno extraño, gobierno enemigo, mas si osare profanar con sus plantas nuestro suelo, piensa patria querida que el cielo un soldado en cada hijo te dio. Mexicanos al grito de guerra, no decaigan en su andar. No están solos en su lucha, tampoco en su dolor. Y que retiemble en sus centros la tierra al sonoro rugir de las voces pidiendo justicia.
Look Within
We are just waiting for something to change, like if living is not enough.
And then we buy all this things to fill the missing pieces of our soul, which is full of fears that slowly rots what you are and kills every trace of the dreams you had. Hollow shadows walk around the earth following anything that shines to get the light they lack of. Falling pieces of the future they could have crush them against their own tears until they can’t move victims of their own greed. They can’t look at the mirror anymore: their eyes reflect the past they rejected, the same past from they were born. Do not drown in a river trying to fly; it was just a reflection of the sky. Do not walk in circles trying to find something you never lost, you are alive here and now, not tomorrow. Is it worth it to wait for something you already have?
And then we buy all this things to fill the missing pieces of our soul, which is full of fears that slowly rots what you are and kills every trace of the dreams you had. Hollow shadows walk around the earth following anything that shines to get the light they lack of. Falling pieces of the future they could have crush them against their own tears until they can’t move victims of their own greed. They can’t look at the mirror anymore: their eyes reflect the past they rejected, the same past from they were born. Do not drown in a river trying to fly; it was just a reflection of the sky. Do not walk in circles trying to find something you never lost, you are alive here and now, not tomorrow. Is it worth it to wait for something you already have?
Bailar
Entre más se aleja uno de todo, cuanto más solo se está, es más evidente: la relación fundamental de todas las cosas. Nuestro corazón late al ritmo de la melodía que emana de la tierra, de la orquesta elemental con que la vida danza infinitamente, llena de los silencios temporales que marcan el cambio del compas universal, ríos de agua y sangre que se pierden para volver a encontrar el principio, entrelazan sus caminos y se funden en una uniformidad vital: uno con los ríos fluyéndole por las venas y el mundo sangrando océanos de eternidad.
viernes, 9 de enero de 2015
Los de abajo
Muchas veces nos olvidamos de lo
que tenemos, de la sencillez de las cosas. Estamos tan envueltos en lo artificial,
la falsedad y pretensiones que dejamos de vivir. No despegamos la vista de
aquello que creemos importante y nos consume de a poco, abofeteándonos con su
resplandor artificial, sofocándonos con la ansiedad de la prontitud anticipada.
Existe en la mayoría un vacío al que no se le puede satisfacer y que extingue
de a poco cualquier rastro de felicidad a la que nos aferramos. Y aunque no lo
parezca todo está ahí, listo para ser asido, escurridizo, escapándosenos en
lamentos y planes del mañana. No entiendes lo prescindible de las cosas hasta
que examinas el piso, pensativo, buscando el mejor sitio para pasar la noche
junto con otros más que las circunstancias han exiliado de las convenciones, de
la sociedad organizada; hasta que no sientes hambre pero sabes que no probaras
bocado alguno en horas, quedandote en un café barato del que te echan para ir despues a
perseguir supermercados y conseguir fruta y pan. ¿Cómo es el mundo entonces
cuando no tienes algún sitio al que volver? Es de lo más liberador y
aterrador que existe. La gente pasa y te mira con desdén, como perteneciente
al mundo de los que ya no son personas: un chicle que no quieren se les quede
pegado en el zapato. Pero es entonces y solo entonces que comprendes que la
vida es mucho más práctica, más sencilla y flexible de lo que siempre creíste
que era. Nadie puede caer más bajo que el piso donde se sostiene y una vez ahí
imposible disimular la sonrisa, esa que llega por lo absurdo e irónico de la
existencia. El frío te recuerda que vale la pena, siempre habrá lugares más
cálidos a los que volver y permaneces sentado, con todo lo que eres bien
aferrado entre las manos para que la tristeza no te lo arrebate, para cerrar
los ojos con tranquilidad y saber que serás el mismo al abrirlos, pero es inútil:
eso que creíste tener eran solo pedazos de tierra que han sucumbido ante la presión
de tus dedos intentando retenerlos. Y solo, al fin, con tu ser sobre un banco
frió y duro haces compañía al tiempo, a lo que escupe la noche, al inframundo
de los que han dejado todo lo que tenían y te ayudan a comprender lo más cercano a lo real, a lo verdadero, a lo
más puro que existe bajo de todas las cosas y una paz contemplativa te invade,
los gestos genuinos, la ayuda mutua, indiscriminada, el entendimiento, el que
da todo lo que puede a aquellos que han perdido más que tu pero encontrado más
de sí mismos. El mirarnos y comprender sin palabras, reconocernos, levantarte y
ofrecer tu abrigo al de a lado, a tu hermano, porque todos, ahí donde ya no hay nada, son
uno mismo.
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